
Nacida en Letonia (Riga, 1976) y casada con el director de orquesta Karel Mark Chichon, la mezzosoprano Elina Garanca es una de las nuevas voces de la lírica moderna, destacando en Salzburgo, 2003. En estos días aparece en el mercado su primer disco para Deutsche Grammophon, en el que incluye algunos temas tan sorprendentes por inusuales para una cantante como las Carceleras de Las hijas de Zebedeo que abren el CD a una canción de Montsalvatge, pruebas del amor que su madre le inculcó por el repertorio español 
En el año 2001, la joven mezzosoprano deslumbró a los miembros del jurado del renombrado Concurso Internacional de Cardiff, en Gales, obteniendo los elogios de la mismísima Joan Sutherland. Se trataba de Elina Garanca, nacida en una familia musical, en cuya Academia de Música estudió, perfeccionándose posteriormente en Viena. Y ya ha destacado en algunas recientes grabaciones, como una excelente Adalgisa en la Norma de Edita Gruberova. Su Rossini (Rosina, Angelina) está impecablemente cantado, pero aquí echamos quizá en falta un poco más de fantasía, que sin duda llegará con los años y una mayor frecuentación de este lenguaje. Posee gran empaque su Romeo belliniano, al igual que su Leonora de La Favorita y su Giovanna Seymour de Anna Bolena, ambas de Donizetti. El recital se cierra con una intensa aria de la carta de Charlotte en el Werther de Massenet, una prueba más de la versatilidad y preparación de la artista, también a sus anchas, por lo que se ve, en el melodrama abiertamente romántico. Sin duda, una artista a la que hay que seguir muy de cerca, pues no queremos perdernos nada de cuanto haga.
A continuación un fragmento de una entrevista concedida por la artista a la revista NOTAS SOLTAS.
Usted procede de una familia de músicos.
Así es. Mi padre es director de un coro, y mi madre una cantante que, después de alcanzar cierta popularidad como intérprete de lieder, tuvo que abandonar la carrera por problemas de salud. Ahora se dedica a la enseñanza, educando voces en teatros de prosa y en la Academia de Ópera y Música de mi ciudad natal. Así que cualquiera puede imaginar que he tenido su influencia en mi educación y en mi posterior desarrollo como cantante.
¿Fue su profesora?
Solamente en mis comienzos, hasta que inicié mis estudios en la Academia. A partir de ese momento dejó de serlo. Yo me marché a Alemania para empezar a trabajar en teatros de distintas ciudades, como Meiningen o la Ópera de Francfort, y mi educación pasó por diferentes profesores de distintos países: uno de Bélgica, otro de Alemania, uno más de Estados Unidos...En este momento, por ejemplo, tengo una educadora de canto de Amsterdam.
A pesar de esas raíces, en sus comienzos pareció no tener clara su vocación. Incluso coqueteó con la música pop.
Entre adolescentes, raro es encontrar alguien que se decante por cantar ópera. A esa edad, lo que les gusta es divertirse con la gente de su escuela en fiestas donde no se escucha Il barbiere di Siviglia o Tannhäuser, sino a Maria Carey, Michael Jackson o cualquier cantante de ese entorno. Entre otras razones, porque es la música que te resulta más fácil comprender en ese periodo de tu vida. También tuve mi momento de fascinación por los musicales, hasta el punto de plantearme en alguna ocasión ser cantante de esos espectáculos que se relacionan con Broadway. Eso sucedía más o menos en los tiempos en que la Unión Soviética se desintegró y mis padres me enviaron al extranjero para formarme, al no haber escuelas de música en Letonia. En ese momento exactamente me debatía entre el pop, los musicales...y mira por dónde acabé siendo cantante de ópera. También es verdad que yo contaba en mi haber con una educación musical después de haber estudia-do seis años de piano y, porque como es fácil de suponer, la música clásica siempre tenía presencia en mi casa. El momento decisivo podríamos centrarlo en torno al tiempo en que cumplí los diecisiete años, estudiando mi último curso en la escuela secundaria. De repente me pregunté qué quería hacer con mi vida. A resolver la pregunta me ayudaron los planes de mis padres, que habían pensado que lo mejor para mí sería salir del entorno y comenzar una formación cultural internacional. Sus proyectos para mi futuro me hicieron pensar que yo no tenía talento suficiente para organizarme la vida. Un día, tras una conversación muy larga, me fui a dormir y, cuando me levanté a la mañana siguiente, tenía claro que lo que quería ser era cantante de ópera.
Pronto se la ve en un par de concursos.¿Cómo se lleva con ellos?
A decir verdad, nunca en mi vida me habría apuntado a ninguno de ellos, porque no son algo que me guste. Ganarlos puede servir para conocer gente y ponerte en las manos de un agente adecuado. Pero no creo que los concursos hubiesen servido para configurar mi carrera. Hay muchos cantantes, que entre nosotros llamamos covers de concursos: gente artísticamente preparada que se han montado un único programa de cuarenta y cinco minutos, o de una hora con el que pueden pasar diez años de una competición a otra, pero que nunca llegarán a pisar el escenario, que eso es algo bastante distinto. Y también están esos otros cantantes que se presentan, ganan y desaparecen del mundo de la ópera sin que nadie sepa qué están haciendo.
Parece amante de la aventura. De no ser así, ¿cómo habría sustituido a Agnes
Baltsa como Jane Seymour en una producción de Anna Bolena?
Y aquella decisión funcionó, por-que sirvió para mostrarme de un modo profesional en un escenario importante, como el teatro de Viena en el que se montaba esa ópera de Donizetti.
Hasta ese momento usted parecía tímida para subir a un escenario.
Estamos hablando de algo que sucedió hace diez años, cuando todo lo veía de un modo distinto. Desde entonces hasta hoy me siento mucho más confiada, con más seguridad en mí misma, gracias a la experiencia que he ido adquiriendo. Eso no significa que cada vez que debo dar un nuevo salto no me plantee que asumo una nueva responsabilidad. He aprendido que esos momentos de dicha que te muestra la fortuna, tienes que engancharlos cuan-do se te presentan. Puede darse la circunstancia de que te equivoques ese día, que no estés en tu mejor momento y tengas una mala actuación... Pero hay que seguir el refrán que se dice en mi país «i no te arriesgas en el juego, nunca ganarás» Y lo cierto es que yo tuve suerte y todo comenzó a funcionar por el camino que debía.Al construir un personaje para la escena, ¿en qué proporción divide el trabajo de la voz y la actuación?
Si se trata de un papel nuevo que sé con una gran antelación que debo cantar, me gusta ir tomando las cosas pausadamente. Desde que me lo comunican, me dedico a desarrollar el personaje sólo desde el punto de vista musical, enfocándolo desde distintos ángulos, viendo cómo acometer determina-dos pasajes y cómo salvar las dificulta-des que puedan surgir al cantarlos. Sometiendo a juicio el modo en que me estoy planteando acometer el papel, porque ocurre con frecuencia que globalmente lo que intuyes desde tu percepción es completamente distinto a lo que se espera para una obra determinada. Por último, cuando sé qué espera el director de escena de mí dentro de la producción que ha imaginado... en ese tiempo, que suelen ser unas seis semanas de preparaciones y ensayos, comienzo a observar más detenidamente cada uno de los detalles del personaje. Pero hasta ese primer encuentro con el regista y con la otra parte del reparto para que nos desvele su concepción de la obra, solamente me planteo el desarrollo vocal.
En estos días aparece su primer trabajo para Deutsche Grammophon. Un disco curioso que empieza con un tema de Las hijas de Zebedeo y que incluye otro de Montsalvatge. Uno llega a pensar si su nombre no será Elina «erganca»
[Risas]. En cierto modo ha dado en el clavo yendo por ese camino. La música de España tiene mucho que ver con-migo en este momento. Mi madre disfrutaba con la lengua española, y a pesar de no hablarla, se pasaba el día cantando a Falla, Granados, Guridi... Así empezó todo: escuchándolo en casa. El resto del encantamiento me llegó viendo en la película Carmen a Julia Migenes y Plácido Domingo. Me quedé fascinada tanto por el carácter de los personajes como por la atmósfera de la obra. A partir de ese momento no me perdí ni un concierto de Domingo cantando zarzuela y cosas similares. Y de paso compré también lo que encontraba de Teresa Berganza y de Victoria de los Ángeles. Me sensibilicé hasta el punto de ver cómo el mercado echaba en falta esa componente de música española y Latinoamérica - en mi opinión, casan muy bien - ue ningún cantante parecía incluir en sus programas. Como si hubiese desaparecido del repertorio.
A esto debe unir la ayuda que encontró en casa.
Eso también es verdad. Gracias a mi marido, que es mitad español y mitad británico, porque nació en Gibraltar. Explicado así, es más fácil comprender por qué hay tanta música española en mi vida. Él me enseñó a desarrollar mis posibilidades, y acrecentó mi interés por los conocimientos sobre España en buena medida.
¿Habla español?
Me gustaría. Después de haber estado ya en Barcelona, Oviedo, Sevilla, Málaga, y en otros sitios más pequeños que me han gustado mucho, como Chiclana,... comienzo a entenderlo, pero aún no soy capaz de hablarlo....